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(Photo on Foter.com)
No somos conscientes del poder tan grande y negativo que tiene la queja. Procede del orgullo y la falta de visión. Quién puede quejarse de que la comida esté mala, cuando hay muchas personas que hoy no tienen que comer. Quién puede quejarse de no gustarse en el espejo, cuando hay tantas personas con graves discapacidades, deformidades, amputaciones o grandes quemaduras.
La queja es la hija de la vanidad. Ante este veneno usaremos el antídoto del agradecimiento. Pues, por ejemplo, antes de quejarme de que mis piernas me duelan, o no me gusten su aspecto debo recordar que existen "hermanos" sin piernas.
Por tanto, antes de quejarnos debemos agradecer y abrir el corazón a la compasión por aquellos que sufren y están peor que nosotros.
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